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No soy investigador, soy pediatra y especialista de la salud y enfermedad de los recién nacidos prematuros y de término.  Entonces, ¿por qué mi interés en educarme y educar sobre el uso de la marihuana?

 

Porque la marihuana iniciada en los años de la escolaridad y la adolescencia conduce por el camino del uso creciente, de la adicción temprana, del daño cerebral irreversible, del fracaso social y la pérdida de la dignidad de un ser humano, otrora, brillante, sensible y productivo.  Es probable que para algunos, un 9% de adictos con el uso inicial e infrecuente de marihuana no sea tan importante.  Pero, en el horizonte sombrío espera este porcentaje elevarse a un 25% entre quienes la usan diariamente.

 

Mientras los médicos vemos a diario el drama de la persona con el trastorno del uso de substancias, entre ellas el de la marihuana, y los resultados de estudios en animales de laboratorio, las imágenes de esos cerebros humanos y las estadísticas dolorosas de deterioro cognitivo y muerte, se crea una industria legal con el auspicio de comerciantes, de los medios y de los políticos.  Una industria que no se propone combatir el uso de la droga, que logrará que se legalice su tráfico y así, facilitará su acceso a grupos diversos y a más tempranas edades.  El negocio pasará a otras manos sin resolver el problema de salud pública ni el crimen. Nada de esto disminuirá el daño cerebral de nuestros hijos y de los hijos de nuestros amigos, ni les dará espacio para el éxito.

 

El uso de marihuana por nuestros jóvenes y el trastorno del uso son hoy un preocupante problema de salud pública. Es incoherente recurrir a la legalización del uso recreativo de marihuana para resolver un problema de salud pública que lo produce, no la ilegalidad sino el metabolismo de esa droga en el organismo humano.  Permítanme decir en los términos más claros posibles, el problema de la droga no se soluciona con drogas”,ha dicho en alguna oportunidad el Papa Francisco.   Y, del uso medicinal, aparte de ser una buena coartada para el consumo recreativo o adictivo, las bondades no son contundentes y los riesgos son los mismos del uso recreativo.  La heterogeneidad de los productos “medicinales” con marihuana, en cuanto a su contenido de THC (tetra-hidro canabinol, el componente psicoactivo) y CBD (canabidiol, el componente no psicoactivo) son el primer escollo hacia la aprobación de ellos.  El segundo, el hecho de que la marihuana es nociva, y no se considera ni medicinal, ni segura o libre de riesgos.

 

En diversas ocasiones mis escritos sobre la marihuana han sido criticados de forma reactiva por los intereses de algunos, por el desconocimiento íntimo de la neurobiología de otros y por la desinformación.   En este último grupo se congregan los adolescentes y jóvenes de nuestras escuelas y nuestros hogares.  Hay dos elementos puntuales en la iniciación del uso de la marihuana: uno, la percepción de que no es nociva ni adictiva; el otro, el uso por sus padres. Claro que existe un momento particular de curiosidad y otro de la presión de los grupos, pero aquello tiene y juega un papel determinante.  Las cifras del uso de marihuana aumentan con los bajones en la percepción de su daño. Como lo ha señalado Bertha Madras, de la Universidad de Harvard: esta no es una guerra contra la droga, es una defensa a nuestros cerebros”.

 

El componente que produce euforia transitoria -el componente psicoactivo de la marihuana que activa el circuito cerebral de la gratificación a través de dopamina y, eventualmente lo secuestra creando insatisfacción, desánimo, desmotivación, aislamiento y enfermos por adicción – está hoy en concentraciones muy superiores en la planta y en los productos comercializados de marihuana.  Si la concentración del 9-tetrahidrocanabinol en los años ’70 era de 4%, hoy es 3, 4 y 6 veces más alta.  Esto se traduce llanamente es más temprana adicción, en más segura adicción. Eso que, los padres que salieron ilesos a pesar del uso de marihuana en aquellos años, no le pueden asegurar a sus hijos hoy.  Y, por favor, no se lo aseguren.

 

Cuando te des cuenta de que la marihuana realmente no es una droga blanda, ya estarás harto de ella, ya no querrás fumarla más, ya te has dado cuenta de que tu mente no está tan clara, que has perdido tus habilidades ejecutivas, cuán paranoico te has vuelto, cómo has cambiado que no confías en nadie ni crees nada de lo bueno que te dicen que tienes o eres.  Entonces han transcurrido 10, 15 o 20 años de estarla usando y se quedó tu cerebro y sus funciones 10, 15 o 20 años atrás.

 

Como ha dicho Alex Berenson: “Usar cannabis o cualquiera otra droga es al final, una decisión personal. Qué hacer con la legalización es un asunto político. Pero que la marihuana es peligrosa para el cerebro y eventualmente produciría violencia es una pregunta científica, con un sí duro o un no como respuesta.  Ya tenemos esa respuesta y era hora que la conociera”.  Pero aún en esa distribución de estadios, todos ellos nos competen de alguna forma u otra.   Digámoslo a nuestros hijos.  Desmontemos los mitos de la marihuana “recreativa”, que no hay recreo cuando el cerebro se daña.   29/01/2019

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