- May 31, 2020
- Pedro Vargas
- Adminstración de Salud, Ciudadanía, Cívica y Política, Coronavirus, COVID-19, Cultura médica, Cultura Política, Epidemias, Reformas Sistema de Salud, Salud Pública, Sociedad, Temas ciudadanos
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La memoria del civismo no indica sometimiento al Estado ni a las fuerzas del orden. Indica responsabilidad ciudadana con el Otro, indica anteponer el Bien Común al interés individual. Y, en higiene, indica que la salud pública está por encima de la politiquería, ya sea esta de partidos políticos o de corrientes ideológicas, se alineen donde se alineen.
Considero que frente a la seria amenaza de la salud de las personas y, por ende, de las instituciones y la economía nacionales, las medidas que se tomen no son eternas ni deben serlo, deben ser revisadas con frecuencia suficiente para no convertirlas en obstáculos, y, tienen que interpretarse precisamente como la respuesta propia en un momento dado.
Para nuestro país como para todos en el orbe, la enfermedad por el SARS-CoV-2 tomó de sorpresa a las autoridades y a las gentes. Solo aquellas naciones del Asia, que sufrieron el embate de otras 2 epidemias, SARS y MERS, sospecharon lo que se avecinaba: Corea del Sur y Singapur, entre ellas. Sin experiencia previa, sin recursos disponibles o a mano, atendiendo el llamado de colaboración entre todas las naciones, las medidas que se tomaron fueron medidas no específicas, y esto se critica hoy, cuando ya tenemos mejores rasgos del organismo patógeno y la enfermedad que nos aquejan. Por ello, el cerco o aislamiento se optó prontamente, aunque no en forma absoluta. Por eso el lavado de las manos fue religión, y por ello se aceptó más tarde la eficacia de cubrirse la las vías de entrada aérea de la cara -boca y fosas nasales- con una máscara apropiada. Estas medidas, lejos de arbitrarias, porque no podemos llamar arbitrarias a medidas de higiene sugeridas por la epidemiología y el comportamiento de los organismos infectantes, fueron medidas incómodas, y lo siguen siendo.
De ellas, la que más crítica recibe hoy es la de la cuarentena o aislamiento. Se le reclama el significado de su nombre. Se le implica en la pérdida de derechos individuales de movilización. Se le asocia con suficiente validez, como generadora de dos consecuencias serias: su impacto negativo sobre la salud mental, y su impacto desastroso sobre la economía del país, el desempleo y la pérdida de ingresos personales, y gubernamentales, y la demolición de la empresa privada, erigida con esfuerzo, unas veces, con imaginación, otras. Todo se traduciría en hambre, más enfermedad, delitos e inseguridad. Podemos contentarnos con culpar de estos resultados a un microorganismo con particular apetito destructor por células de múltiples órganos y sistemas humanos. Esa puntualidad para señalar un culpable roza en la tontería, no por su especificidad histopatológica sino por su desviación de las potenciales soluciones a los serios problemas sociales, donde el personal higiénico y hospitales no son invisibles.
La confrontación social polariza a las gentes entre autoritarismo y democracia. También ha sido utilizada por políticos amorales que trasladan sus desaciertos a otras regiones para distraer a sus gentes, incluso haciendo uso desagradable de teorías de conspiración. “Como la democrática Taiwan superó a China”, como “Corea del Sur ha sido ejemplo de transparencia, en contraste con China”, “el virus de Wuhan fue hecho en un laboratorio”, “la vacuna de Bill Gates se propone exterminar la humanidad”, son expresiones que se repiten hasta con arrogancia. Un juego dialéctico peligroso por lo que mientras reclama, no da soluciones; mientras señala, no da caminos.
Con los instrumentos que han revelado eficacia frente a los embates del SARS-CoV-2: (1) hacer pruebas masivamente, (2) trazar el origen y los contactos del enfermo, (3) aislar al enfermo y sus contactos, hoy, la cuarentena tiene que ser modificada y, por qué no, dejarla de llamar cuarentena. Así se le hace lectura inteligente a los tiempos y se permite una apertura responsable a las actividades necesarias para seguir viviendo en sociedad y sanos.
El país tiene también que abocarse a reinventarse para otras crisis modernas de salud pública que urgen de utensilios legales, que permitan al MINSA evitar los abusos de la discrecionalidad o los defectos de personalidad, adoptar las restricciones necesarias y los métodos de rastreo de infectados, como medidas de contención de infecciones y no como munición y arma de dictaduras, y, asegurar la provisión de personal de salud e higiene, estructuras hospitalarias, pruebas diagnósticas, medicamentos, y protocolos de atención, utilización de equipos y honra y cumplimiento de valores y principios bioéticos.
El mejor consejo seguirá siendo sacar de todo este proceso, las manos de los políticos y la fuerza de las autoridades policiales. Si se le tendrá miedo a alguien, que sea a la enfermedad y no a la policía o al dictador. Es el momento del mandato de la Salud, en la persona del ministro respectivo y su grupo de probados científicos en las especialidades que mejor contribuyan al análisis y la planeación de la nueva actividad salubrista. 30/5/2020