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         Holyoke y Springfield son dos ciudades colindantes en el lado oeste del estado de Massachusetts, en los Estados Unidos. En el año 2009, su población de adolescentes entre 10 y 19 años era de 31,000; de los cuales 50% eran varones y 50% eran mujeres. Además, 50% eran Hispanos/latinos, 29% eran blancos no hispanos, 19% eran negros americanos descendientes de africanos y 3% pertenecían a otra raza o color pero no eran hispanos.

 

         Ambas comunidades tenían las cifras más altas de nacimientos entre adolescentes en el estado de Massachusetts.   Holyoke tenía la rata más alta de esos nacimientos: 96.8/1,000 niñas o adolescentes, entre los 15 y 19 años de edad. La rata de Springfield, la tercera en el estado, era de 72.1/1,000 niñas o adolescentes en ese mismo grupo de edad. Para todo el estado de Massachusetts, la rata era de 19.5/1,000 niñas o adolescentes entre 15 y 19 años de edad. Es decir, Holyoke y Springfield tenían ratas de embarazo 3 y más veces superiores a las de todo el estado, conocido y respetado mundialmente por la Universidad de Harvard.

 

         Con esta introducción, Nazmim S. Bhuiya[1], máster en Salud Pública y afiliada al Institute for Community Health (ICA) de Cambridge Health Alliance, y sus colaboradores nos da los resultados de sus investigaciones a través de un programa, Youth First, fundado por el CDC (Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades).

 

Resumiré los resultados -por razones obvias- para facilitarlos como documentación dirigida a personas educadas pero no expertas en el campo de la salud pública y, porque es necesario demostrar y analizar una vez más lo que los programas de educación sexual producen en países como los Estados Unidos, que lidera en el mundo industrializado las cifras más caras de embarazos precoces.

 

En el año 2011, el ICA evaluó nueve prácticas de atención de salud e higiene, que incluyeron prácticas de ginecología y obstetricia. Se utilizaron métodos cualitativos y cuantitativos para obtener la data mediante dos instrumentos: una entrevista semi estructurada, dando cabida a ampliar sobre tópicos, y una encuesta auto reportada, es decir contestada sin interlocutor por delante. Las 9 prácticas reportaron que proveían servicios de salud reproductiva a adolescentes entre los 12 y 19 años de edad. Seis de estas prácticas también proveían servicios de salud reproductiva a varones, dos los limitaban a varones tratados por infecciones de transmisión sexual (ETS) donde se incluía consejos a la pareja femenina, y otra de las prácticas no proveía ningún servicio a los varones.

 

El número de clientes atendidos por estas nueve prácticas fue de 3,921 adolescentes mujeres y 1,288 adolescentes varones, de los cuales las citas por salud reproductiva se distribuyeron así: 3,986 entre las citas de las mujeres y 199, entre las citas de los varones. Esto confirma el hecho de que los adolescentes varones suelen sumar otro riesgo, el de no atender servicios de salud[2]. Todas las prácticas médica de salud pública daban las citas solicitadas para el mismo día, facilitando el acceso pronto a la consulta y al consejo. Sin embargo, no ofrecían citas durante el fin de semana. Las consultas se proveían tanto en inglés como en español, según las preferencias o fluidez del lenguaje requerido.

 

Siguiendo lo recomendado por el CDC en el sentido de prácticas basadas en la evidencia, se analizaron 4 elementos:

  •  1. Mejores prácticas en cuando a salud reproductiva y anticonceptivos recomendados             Acceso a anticonceptivos
  •  Métodos hormonales anticonceptivos o dispositivos intrauterinos de pronta iniciación
  •  Anticoncepción de emergencia
  •  Tamizaje por cáncer cervical uterino
  •  Pruebas por ETS y VIH

2.  Costo, confidencialidad y consentimiento

3.  Infraestructuras

4.  Ambiente del lugar

 

Las prácticas evaluadas aportaron porcentajes promedios de cumplimiento con las disposiciones del CDC que fueron del orden del 70% al 100% para las mejores prácticas anticonceptivas y de salud reproductiva; 92% para costos, confidencialidad y consentimiento; 67% para infraestructuras, y, 63% para el ambiente de entrevista y examen.

 

La discusión y las conclusiones fueron enfáticas con respecto a los hallazgos en estas dos poblaciones particulares con las más altas incidencias de embarazos precoces en adolescentes:

 

  1. Las prácticas de salud pública en esas dos ciudades para proveer salud reproductiva están en una situación crítica para facilitar el acceso a los adolescentes
  2. A pesar de que existen guías clínicas basadas en evidencia científica sobre salud reproductiva, ellas no se utilizan rutinariamente
  3. Los adolescentes varones acuden en muy bajos números a estas prácticas de salud reproductiva en comparación con las adolescentes mujeres. Esto suele obedecer a que temen por su vulnerabilidad o por la pérdida de independencia[3],[4].
  4. Los programas en salud pública de salud reproductiva suelen dedicarse prioritariamente a las necesidades de las mujeres y no a las de los hombres pero es esencial que se les considere también, se les informe de los servicios y se consideren sus necesidades
  5. Los adolescentes está recibiendo menos instrucción de la aconsejada por las sociedades médicas durante las visitas a las prácticas o centros de salud
  6. La información y el consejo sobre los anticonceptivos es crítica para reducir el números de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual entre los adolescentes sexualmente activos
  7. A pesar de que los adolescentes prefieren a sus médicos de cabecera, pediatras, que les den consejos sobre salud reproductiva y anticoncepción, ellos no dan información privada o confidencial a no ser que se les pregunte. Es por eso aconsejable que toda práctica médica con adolescentes establezca la discusión de tópicos de salud reproductiva y anticoncepción con cada uno de ellos, al menos una vez al año y con una metodología directa de ir a preguntar las preguntas necesarias[5]
  8. La educación de la sexualidad a nivel de las escuelas debe proveer con toda la información a los adolescentes sobre los diferentes métodos anticonceptivos y su seguridad y eficacia. Entre adolescentes el uso de anticoncepción hormonal de larga duración y reversible (LARC) tiene superiores ventajas que la anticoncepción oral, aún popular entre los adolescentes
  9. La privacidad y la comodidad de las clínicas de salud pública para la atención de adolescentes no deben restringirse por razón de costos, que tampoco deben trasladarse al bolsillo de los adolescentes o sus padres
  10. Cada lugar o región debe evaluar periódicamente el estado de los asuntos con la salud reproductiva para establecer prioridades y metodología apropiadas

 

 

Hay que señalar, como lo hacen muy oportunamente Bhuiya y sus colaboradores, que la forma cómo se practique el cuidado médico e higiene pública incidiría puntualmente en la reducción de los embarazos en adolescentes. Pero hay que reconocer que, precisamente, entre las poblaciones pobres y desatendidas, el riesgo de que esto no se construya es costosamente alto[6],[7],[8] a la par de la mayor barrera entre los adolescentes contra la búsqueda de atención y consejo médicos: la no confidencialidad[9],[10]. Esto es seriamente crítico entre poblaciones de adolescentes con riesgo de embarazos no deseados, como son aquellos con comportamientos sexuales de alto riesgo o dificultades psicológicas[11].

 

Su repetida preocupación es que los jóvenes necesitan prevenir los embarazos precoces y eso se logra dándoles acceso a programas comprensivos, integrales, holísticos de educación sexual y facilitándoles el acceso a anticonceptivos y condones.

 

Una discusión de este tipo tiene que ser certera, seria, objetiva, científica y ética. Las mismas cualidades que exigimos y proponemos para la educación y formación de la sexualidad humana como deber y compromiso del Estado panameño con el derecho a la educación en derechos humanos, en ciudadanía, en salud reproductiva y empoderamiento de la sexualidad para los niños y jóvenes.   Compromiso que emana de múltiples leyes anteriores a la propuesta Ley 61, vapuleada por los mismos que la han discutido antes de ser presentada a la comunidad y que ahora la convierten en la mártir de un movimiento, que realmente aspira solo a ninguna educación sexual que no se la informal que pueda o no darse en los hogares panameño, incluyendo más del 70% de esos que son familias enfermas.

 

Todavía habrá quienes se rehúsan a conocer la información científica y veraz. De ellos solo podemos esperar desinformación y mentiras. Ah, y claro, insultos y diatribas.

 

 

[1] Bhuiya NS, Crowley J, Fletcher E, Pérez McAdoo S et al: Enhancing Adolescent Reproductive Health Service: Assessment of Health Care Practices in Holyoke and Springfield, MA Engaged in the Youth First Initiative. J Health for the Poor and Underserved.2016.27:496-509

[2] Hacker KA, Amare Y, Strunk N, et al: Listening to youth: teen perspectives on pregnancy prevention. J Adolesc Health. 2000.26(4):279-88

[3] Marcell AV, Klein JD, Fisher I, et al: Male adolescent use of health care services:where are the boys? J Adolesc Health. 2002. 30(1):35-43

[4] Davies J, McCrae BP, Frank J, et al: Identifying male college students’ perceived health needs, barriers to seeking help, and recommendations to help men adopt healthier lifestyles. J Am Coll Health. 2000. 48(6):259-67

[5] Elster AB, Kuznets NJ, eds. AMA guidelines for adolescent preventive services (GAPS): recommendations and rationale. Baltimore, MD: Williams & Wilkins, 1994

[6] Callahan ST, Hickson GB, Cooper WO: Health care access of Hispanic young adults in the United States. J Adolesc Health. 2006.39(5):627-33

[7] Elster A, Jarosik J, VanGeest J, et al: Racial and ethnic disparities in health care for adolescents: a systematic review of the literature. Arch Pediatr Adolesc Med. 2003.157(9):867-74

[8] Coker TR, Sareen HG, Chung PJ et al: Improving access to and use of adolescent preventive health care: The perspectives of adolescents and parents. J Adolesc Health.2010.47(2):133-42

[9] Ford CA, Bearman PS, Moody J: Foregone health care among adolescents. JAMA.1999.282(23):2227-34

[10] Ginsburg KR, Winn RJ, Rudy BJ, et al: How to reach sexual minority youth in the health care setting: the teens offer guidance. J Adolesc Health. 2002.31(5):407-16

[11] Lehrer JA, Pantell R, Tebb K, et al: Forgone healh care among US adolescents: associations between risk characteristics and confidentiality concern. J Adolesc Health.2007.40(3):218-26

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