- Mar 19, 2015
- Pedro Vargas
- Padres, Salud Pública, Vacunas
- 0 Comments
El hecho de que 1:10 niños en los EEUU dejan de recibir sus vacunas o se demoran para ser vacunados propiamente, obedece a la existencia de una comunidad de padres de familia que consideran que las vacunas hacen daño. Esto ha producido insospechadas epidemias de enfermedades como polio, sarampión, varicela, tos ferina; y, se constituye en una barrera para proteger hasta de cáncer.
Desde que en el año 2000 el sarampión fue declarado erradicado, los casos nunca fueron tan altos como hoy. Personas no vacunadas, expuestas a esta enfermedad mientras viajan, han sido los responsables de este resurgimiento. La gentes de menos de 50 años no experimentaron estas epidemias y hoy, no son enérgicos defensores de las vacunaciones porque no conocieron las enfermedades.
Igual está ocurriendo con la tos ferina. Unos 10,000 casos se cuentan en lo que va de este año en los EEUU. Una enfermedad que entre los recién nacidos es fatal y entre los adultos vacunados, se esconde en un síntoma persistente pero tolerable: la tos. A este problema se suma la aparición cada día de resistencia a los antibióticos con lo cual, el manejo de estas infecciones se dificulta seriamente.
Esto no es solamente un problema de salud pública sino también un asunto ético incuestionable. Hay niños que mueren innecesariamente por no haber sido vacunados. Esto no tiene ni debe ocurrir hoy día. Los padres que deciden que no se vacune a sus hijos, ponen en serios riesgos a otros niños , amigos o compañeros de clases y juegos de sus hijos, como a otros adultos. No vacunar es una negligencia ética.