
- Oct 23, 2016
- Pedro Vargas
- Antibióticos, Biología, Enfermedades infecciosas, Medicamentos, Salud Pública
- 0 Comments
La resistencia a los antimicrobianos viene de la mano del uso de ellos.
El uso indiscriminado de los antibióticos amenaza dañar su eficacia. Hoy, el grado y la frecuencia de resistencia a ellos es mayor y más serio, en prejuicio de las personas infectadas. Es en la población pediátrica donde más se usan antibióticos y donde mayor es su abuso, poniendo en serio peligro de muerte a los niños infectados.
En EEUU se calcula que anualmente se consumen aproximadamente 1,360,800 kilogramos de antimicrobianos o unos 110 millones de tratamientos con antibióticos y, que por lo menos, 17 millones de esos tratamientos se dan a pacientes con resfriados, que son infecciones de origen viral, para las cuales los antibióticos no ejercen ningún beneficio. En el mundo industrializado, por lo menos la mitad de los niños reciben antibióticos cada año y, entre los niños de 2 años de edad o menos, ¾ partes de ellos.
La resistencia a los antibióticos no solo pone en peligro la vida de pacientes seriamente enfermos sino que también aumenta significativamente los costos de la enfermedad y las pérdidas económicas en una sociedad.
Si la sobrevivencia es la que marca el éxito, los microorganismos tienen la ventaja sobre los humanos. Ellos han sobrevivido millones de años por su particular capacidad de adaptación. Eso nos falta a los humanos.
¿Qué cosas ocurren cuando un paciente se infecta con un organismo resistente a antibióticos? Varias cosas:
- Hospitalizaciones
- Intervenciones quirúrgicas
- Mayor número de costosos exámenes de laboratorio
- Mayor mortalidad
Estas bacterias, generalmente conocidas como bacilos gram negativas, producen sustancias –las beta lactamasas- cuya actividad química las hace resistente a los antibióticos. Uds. recordarán la infame KPC (Klebsiella pneumoniae carbapenemasa) y su exuberante desinformación de hace unos años. Así como ella, hay otras devastadoras bacterias en el ambiente, ya no solo hospitalario sino en la misma comunidad, produciendo muertes y altos costos para la recuperación de la salud. Estas bacterias mutan mucho más rápido que la disposición que tengamos de antibióticos nuevos para combatirlas. El resultado, otra vez, muerte y altos costos de salud.
Las bacterias tienen diversos mecanismos íntimos mediante los cuales se tornan resistentes, a nivel de la acción de sus enzimas y otros químicos e incluso, mediante la alteración de su estructura celular misma. Resumiendo, se habla de una resistencia de tipo intrínseca, que ocurre dentro de la misma bacteria por mecanismos propios: químicos y enzimáticos, llamadas mutaciones. Ocurre en todas las bacterias a ritmo muy lento. Y hay otra forma, que se da por la transferencia entre bacterias o con la contribución de viruses, donde se transfiere material que crea la resistencia o el material ya resistente, el tipo adquirido. Todas las bacterias tienen resistencia natural a ciertos antibióticos pero también hay resistencia que se elabora por efectos externos, entre ellos, el abuso de antibióticos que induce mutaciones genéticas y cambios químicos y estructurales. Esto es de interés público y de este artículo.
Es importante conocer que existe resistencia, atribuida a propiedades celulares de las membranas de la bacteria, a mutaciones propias de sus cromosomas, y otra debida a la adquisición de genes resistentes de 1 o 2 otras especies de bacterias o virus, o a recombinaciones dentro de los genes (intragénicas) que resultan en formas conocidas como mosaicos y que cambian el sitio donde el antibiótico ejercería su función de matar la bacteria o inmovilizarla. Las mutaciones pueden pasar de fases lentas a muy rápidas por la necesidad de sobrevivir a la exposición frecuente de antibióticos –“presión selectiva”, como se le conoce- y entonces el fenómeno de resistencia aparece más temprano y más frecuentemente. La resistencia suele no limitarse a un solo antibiótico sino a múltiples antibióticos.
La resistencia por cualquiera de estos mecanismos se transfiere verticalmente, de generación a generación, u horizontalmente, por la acción de factores externos y estos genes resistentes se estabilizan dentro de los cromosomas que los reciben. Todos estos procesos son inducidos por la “presión selectiva” que se produce con el uso repetido y abusivo de los antibióticos. Mediante la identificación de estos códigos genéticos, el laboratorio puede detectar las cepas de organismos resistentes a determinados antibióticos. Eliminar la «presión selectiva», eventualmente controlaría la resistencia, pero esto es un proceso largo.
Los organismos resistentes a diferentes drogas no responden a los antibacterianos y esto se traduce en un alto costo biológico y económico para la sociedad y para el individuo. El uso indicado, prudente y optimizado de los antibióticos es el mejor arma para combatir la aparición de organismos resistentes. La resistencia a los antibióticos no es porque el enfermo es resistente, es porque la bacteria o bacterias que lo enferman son resistentes. Y el enfermo es resistente no porque él solo, individualmente, abusara de los antibióticos, sino porque en la comunidad donde él vive, se abusa de los antibióticos. 22/10/2016