- Ene 18, 2020
- Pedro Vargas
- Abuso y Negligencia Infantil, Adicciones, Adolescentes, Alcoholismo, Armas de fuego, Crianza, Cultura médica, Depresión, Drogadicción, Enfermedades crónicas, Enfermedades Psiquiátricas, Marihuana, Marihuana Medicinal, Marihuana recreativa, Matoneo, Medios, Medios electrónicos, Otras Lecturas, Prevención, Rompamos el silencio, Salud Mental, Salud Pública, Suicidio, Temas ciudadanos
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Aunque la desafortunada sentencia twitera que pareciera ser la receta para curar la depresión hubiera tenido riqueza de optimismo, lo que revela es una peligrosa pobreza de conocimientos. Afirmar con una desfachatez que lesiona -a pesar de la búsqueda del orgasmo que le atribuye- que la depresión es un asunto de poner de su parte y levantarse y decir “soy feliz, “como hacerse un sándwich”, denota además insensibilidad.
Posturas y pensamientos similares se lucen en la sociedad, sobre el acto de quitarse la vida y sobre quien se quita la vida por suicidio. Y a esto quiero volver después de una lectura más sobre un tema que he revisado repetidamente, el suicidio, y que la publicación médica por excelencia -académica y científica- el New England Journal of Medicine o NEJM[1] publicara en un artículo de revisión, el pasado 16 de enero del año en curso.
Inicia recordándolos las cifras mundiales y anuales de suicidios de 800,000 personas o un 1.5% de las muertes, que produce el cálculo de 106 muertes por suicidio por cada 100,000 personas. Las cifras globales de que el 80% se producen en los países de bajo y medianos ingresos pueden ocultar otros 2 elementos significativos: (1) que, en Europa se producen con una frecuencia 4 veces superior a las que se producen en la región de Medio Oriente y el Mediterráneo oriental, y (2) que, en los Estados Unidos, en lugar de disminuir, como en el resto del mundo, han ido en aumento. Mientras en aquellas regiones se ha registrado una disminución de 18% en un período de 6 años, del año 2000 al año 2016, en los Estados Unidos hay un incremento anual de 1.5% desde el año 2000.
Las diferencias están dadas por (1) cómo se clasifica el suicidio, (2) las actitudes socioculturales hacia el suicidio, (3) el acceso a métodos e instrumentos letales para quitarse la vida, y (4) lo apropiado que sea el tratamiento de las enfermedades mentales. Esas como la depresión, que yo califico el cáncer de las enfermedades mentales, pero que algún psiquiatra podrá rebatirme y le pido que no lo haga para no quitarle el énfasis al párrafo inicial de este escrito. Yo no soy psiquiatra, pero veo depresión y trastornos de la personalidad con alta frecuencia entre mis pacientes de edad pediátrica.
También nos recuerda esta revisión, esa relación que a menudo se menciona en los encuentros de Rompamos el Silencio, -con estudiantes, maestros, padres de familia y muy pocos médicos- de 1:20, que por cada muerte por suicidio hay 20 intentos para quitarse la vida. En números gruesos: 16 millones anuales de intentos de suicidio o daños auto producidos con intenciones de quitarse la vida y 160 millones de ideación suicida expresada. La complejidad del suicidio y de la persona que idea, planea y muere por suicidio se resume de forma magistral y puntual señalando la presencia e importancia de (a) factores de riesgo, (b) factores predisponentes, (c) eventos precipitantes, (d) mediadores genéticos, (e) mediadores psicológicos, y (f) características de la personalidad.
Para entender el suicidio tenemos que aceptar que resulta de un análisis personal legendario, de mucho tiempo, donde participan factores de riesgo individuales y ambientales. No es algo que se genera espontáneamente. Por eso el nicho descansa en la sociedad donde se vive, aunque la vida allí, en esa sociedad, tenga los elementos que cuecen la desesperanza. Los factores individuales están desde la infancia o no se les reconoció sino tiempo más tarde. Estos eventos adversos tempranos van desde el abuso físico y sexual hasta el abuso emocional o la separación de los padres, donde hubo, o la ausencia de ellos, o su presencia desgastante y dañina. Pero también allí y antes, los elementos negativos de la historia familiar y genética, su interacción deslucida o dañina. Más tarde, suman los trastornos psiquiátricos y la enfermedad mental severa, con la depresión y los trastornos de personalidad como prominentes y a ello se le agrega el uso abusivo de sustancias y los problemas de salud. Alcohol y marihuana son pilares de ese trastorno de uso que secuestra el cerebro humano.
No sin menos importancia sino diferente tiempo de aparición, y con la participación de todos nosotros, la sociedad o la suciedad, se agregan a este rosario que sostiene el calvario: la pobre aceptación social, el nulo apoyo de la familia y la sociedad, generalmente por desconocimiento pero sin excusas, por el complejo socio-cultural, que podemos modificar; los factores económicos, que también podemos modificar; los eventos agradables y de apoyo en la vida del adolescente y del adulto, que también podemos acentuar; la morbosidad de los medios en una actitud diaria de desangrar lo poco que de sangre queda en el cuerpo y el cerebro humanos; y, el acceso de medios letales, que también podemos modificar mediante el uso de la sensatez y la educación.
No puedo dejar de enfatizar lo que tanto descontento produce cuantas veces lo sostengo, entre significativos grupos económicos y sociales, como son el uso de drogas psicoactivas -puntualmente la marihuana- y el alcohol, factores de riesgo precipitantes. Su asociación con el suicidio es mucho más fuerte[2] que el acceso a formas y medios letales[3], que los eventos de la vida diaria[4], que la presencia de enfermedades terminales y crónicas[5], incluso que el equivocado e insensible rol de la prensa y los medios[6]. Y tan fuerte como fuertes son factores predisponentes como los trastornos neuro psiquiátricos2 y la historia familiar de comportamiento suicida[7].
Yo me siento atraído del pensamiento y la acción de grupos que consideran el origen psicosocial de la enfermedad mental y del suicidio, entre los tantos jinetes del apocalipsis moderno, que diezman hoy a nuestras poblaciones. Entre ellos, la competitividad salvaje que hay que cuantificar en las posesiones materiales para complacer el rendimiento, pero luego terminar en el cansancio[8], y la epidemia real del narcisismo[9]. Ellos, van de la mano. Y creo, por tanto, en aproximarnos al suicidio de manera positiva[10], que no es igual que con un optimismo no realista sino fundamentado en el tratamiento sensato, nada mágico, amable y genuino, sin juicios ni condenas, que le demos al comportamiento humano en la búsqueda de hacer a todos los hombres y mujeres un espacio ilimitado -equitativo, que quepan y donde quepan- en las sociedades que construyen.
[1] Fazel S & Runeson B: Suicide. Review Article. NEJM 2020; 382:266-274
[2] Chesney E, Goodwin GM, Fazel S: Risks of all=cause and suicide mortality in mental disorders: a meta-review. World Psychiatry 2014;13:153-160
[3] Anglemyer A, Horvath T, Rutherford G: The accessibility of firearms and risk for suicide and homicide victimization among household members: a systematic review and meta-analysis. Ann Inter Med 2014;160:101-110
[4] Agerbo E: Midlife suicide risk, partner’s psychiatric illness, spouse and child bereavement by suicide or other modes of death: a gender specific study. J Epidemiol Community Health 2005;59:407-412
[5] Fang F, Fall K, Mittleman MA, et al: Suicide and cardiovascular death after a cancer diagnosis. N Engl J Med 2012;366:1310-1318
[6] Niederkrotenthaler T, Fu KW, Yip PSF, et al: Changes in suicide rates following media reports on celebrity suicide: a meta-analysis. J Epidemiol Community Health 2012;66:1037-1042
[7] Quin P, Agerbo E, Mortensen PB: Suicide risk in relation to family history of completed suicide and psychiatric disorders: a nested case-control study based on longitudinal registers. Lancet 2002;360:1126-1130
[8] Byung-Chul Han: La sociedad del cansancio. (traducción de Arantzazu Saratxaga Arregi y Alberto Ciria) 2ª. edición ampliada, 5ª. impresión. Harder Editorial. Barcelona. 2018
[9] Twenge JM & Campbell WK: The Narcissism Epidemic. Living in the Age of Entitlement. Free Press. 2009
[10] A Positive Psychological Approach to suicide. Theory, Research, and Prevention. (Eds): Jameson K. Hirsch, Edward C. Chang y Jessica Kelliher Rabon. Advances in Mental Health and Addiction. Series Editor: Masood Zangeneh. Sprnger Nature Switzerland AG. 2018